Bien que las cosas no me van nada mal en Francia, aún no he conseguido ser yo misma del todo, no se si porque no me puedo expresar como es debido, no se si porque los franceses me parecen fríos y distantes (sí, como lo oís, la dama de hielo dice esto, imagináos como han de ser...) o porque realmente echo de menos a los míos.
La gente que más me falta es aquella, que pese a no estar pegada a mí las 24 horas, siempre ha estado cercana; no nos vemos en un mes, pero me recibe con un abrazo y un "¿Qué tal?"; nunca han sido mis mejores amigos, pero ahora es cuando los valoro en su justa medida .
Ahora estoy más sensible a los que me rodean, valoro más los abrazos y los gestos de cariño, me agrada tener a alguien a mi lado, por el mero hecho de no sentirme desamparada en esta sociedad que me es tan extraña, tan inhumana, tan...francesa. Mi único compañero de habitación es un peluche del burro de winnie the pooh, al que en cierta manera lo he tomado cariño, porque le he dotado, dentro de lo que la imaginación me permite, de sentimientos y espítu. No me habla, pero como si lo hiciera. No me dice "¿Qué tal?", pero en cierto modo lo hace. No es mi mejor amigo, pero he aprendido a valorarlo en su justa medida.